jueves, 5 de febrero de 2015

De lo imperfecto

Es la soledad del genio una idea recurrente en la literatura y en el arte. Enfrascado en estos pensamientos he comprendido un elemento fundamental a la hora de lastrar la ejecución del texto. Sin duda, y como es natural, todo artista busca en la realización de su arte una técnica y unos resultados tan depurados que no puedan tener corrección posible cuando la obra ha sido presentada al público. Esto es lo que, en términos generales, se denominada perfeccionismo. El perfeccionismo puede verse aplicado a cualquiera de las múltiples esferas que conforman la existencia humana y, en todas ellas, consiste en la misma búsqueda de unos resultados que no ofrezcan posibilidad alguna de réplica. 

El perfeccionismo aplicado al arte, y más concretamente a la literatura, tiene una ventaja y un inconveniente. La ventaja resulta más que evidente, pues de la búsqueda reflexiva de la perfección surgen obras maestras que ejecutan el lenguaje con tal belleza que alcanzan las cotas más elevadas del ser. Hacen acopio del trascendental más cuestionado por los filósofos que es la belleza, pero también el más romántico y por ello el más merecedor de ser creído, postulado e incluso amado. La desventaja del perfeccionismo viene después, cuando el desarrollo de la búsqueda exhausta de la perfección termina conllevando la inacción. 

Es la inacción el peor de los males que pueda acontecer al artista pues, una mala obra o un mal texto, a pesar de la mediocridad del mismo, permite al creador entrar en el proceso creativo y este, a su vez, puede permitir el éxito en la tarea creativa. Sin embargo, la inacción degüella de forma taxativa cualquier forma de creación al evitar incluso el hecho más sencillo de todos que es sentarse frente a la hoja vacía, frente al lienzo en blanco o la madera virgen.

Por ello no dejéis que el amor a la perfección os ciegue ni os corte las manos. Contempladla más bien seguros desde la distancia, sabiendo que está ahí y que, tal vez, pueda ser alcanzada, pero comprendiendo también que toda forma de existencia, y más cuando al arte se refiere, está impregnada al menos un poco de esa luz divina que es el trascendental de la belleza. 

Es por esto que el exceso de perfeccionismo, cuando éste se convierte en vicio en vez de virtud, degenera en una enfermedad para el artista que todo mal diferente es mejor, pues de todos los males que pueda padecer el artista el peor de todos es la inacción pues el artista es artista en tanto en cuanto ejecuta su arte pero si, por las causas que fueran, incluida el perfeccionismo, el artista deja de hacer su arte deja a la vez de ser artista pues lo que lo define como tal es su acción creativa, sin la cual, no es artista. 

Por ello cabe sentarse frente al blanco del papel y empezar a escribir. Habrá tiempo después de corregir lo que sea necesario. Incluso en el caso de que no se alcance la pureza absoluta del texto en lo que a su manera de ejecución y la forma de presentación escogida se refiere siempre será mejor eso que la hoja en blanco. Como decían los escolásticos de la nada nada sale, y es verdad que a veces la naturaleza pueda engendrar formas monstruosas que bien podrían ser eliminadas del mundo de la existencia sin que se perdiera con su ausencia casi nada en su destrucción, pero también es igualmente cierto que sin esos monstruos de la razón danzante no podría tener lugar la obra maestra en medio de tanta oscuridad. 

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